Rotura del ligamento cruzado anterior: la importancia de la resonancia magnética en el diagnóstico
20 mayo, 2025
La rotura del ligamento cruzado anterior (LCA) se han convertido en una preocupación creciente en el ámbito deportivo, especialmente en disciplinas donde la articulación de la rodilla soporta una gran exigencia. En los últimos años se ha observado un aumento significativo de casos, especialmente entre deportistas femeninas. Así lo confirma el Dr. Miguel Ángel Buil, responsable de la Unidad de Medicina del Deporte de Ascires.
Una lesión cada vez más frecuente
«En la actualidad asistimos a un incremento en los casos de lesión del ligamento cruzado anterior (LCA) de las rodillas de nuestros deportistas», afirma el Dr. Buil. Esta tendencia parece más acusada en mujeres. Aunque la comunidad científica continúa investigando las causas de este fenómeno, la incidencia creciente es un hecho clínico que requiere atención.
¿Por qué aumentan estas lesiones?
La prevención de lesiones del LCA sigue siendo un reto. A pesar de que hoy en día más profesionales están implicados en el cuidado y preparación de los deportistas —desde médicos de distintas especialidades hasta fisioterapeutas y graduados en ciencias del deporte—, existen factores que dificultan un control eficaz de los riesgos.
«Por un lado, cada vez hay más sedentarismo en la vida cotidiana de los deportistas, incluso en los más jóvenes. Por otro, las exigencias de rendimiento en la práctica deportiva no han dejado de aumentar», señala el Dr. Buil. Esta combinación de baja actividad física fuera del deporte con entrenamientos intensivos y especializados puede generar un terreno propicio para lesiones graves como la del LCA.
Además, el Dr. Buil comparte su opinión clínica basada en años de experiencia: “La eliminación de los estiramientos clásicos, los cambios en los modelos de entrenamiento de fuerza y en la metodología de entrenamiento en deportes de equipo, junto con la superespecialización deportiva en edades por debajo de la adolescencia, podrían estar contribuyendo también a esta tendencia”. Aunque estas observaciones aún cuentan con un respaldo limitado en la literatura científica, sí encuentran eco en la práctica diaria de muchos profesionales de la medicina deportiva.
Un diagnóstico preciso en tres pasos
Cuando un paciente acude a consulta tras sufrir un traumatismo de rodilla, la precisión en el diagnóstico es clave para definir el tratamiento más adecuado. En este sentido, el abordaje diagnóstico se apoya en tres pilares fundamentales:
- Historia clínica detallada
El primer paso es recabar toda la información posible sobre el momento de la lesión y el contexto en que se produjo. “Es fundamental realizar una completa historia clínica, que incluya no solo el gesto lesional, sino también aspectos como el estado físico previo, las cargas de entrenamiento recientes, o incluso factores emocionales o de estrés externo”, destaca el Dr. Buil.
Hoy en día, no es raro que los propios pacientes traigan vídeos del momento de la lesión, grabados durante un partido o entrenamiento. Estas grabaciones pueden ser de gran ayuda para comprender el mecanismo del daño articular.
- Exploración física comparativa
El segundo pilar del diagnóstico es la exploración física, que debe realizarse de forma completa y siempre comparando con la rodilla sana. «Las maniobras específicas para valorar la estabilidad de la articulación permiten identificar con bastante fiabilidad una posible rotura del LCA», explica el especialista.
Estas pruebas manuales ayudan a detectar inestabilidad articular o ausencia del ‘tope’ que normalmente proporciona el ligamento, lo que orienta al clínico hacia una sospecha clara de rotura.
- Técnicas de imagen: el papel de la resonancia magnética
La tercera pieza clave es la imagen médica. La resonancia magnética (RM) se ha consolidado como la herramienta fundamental para confirmar el diagnóstico de una rotura de LCA y valorar su alcance.
“La RM es determinante no solo para confirmar la lesión, sino también para analizar su severidad: si es completa o parcial, si afecta a uno o a ambos fascículos, y si existen lesiones asociadas como lesión meniscal, microfracturas o daños en el cartílago”, señala el Dr. Buil.
En este sentido, la calidad de la imagen, la correcta comunicación entre el médico clínico y el radiólogo, y el detalle en la interpretación son determinantes para planificar adecuadamente el tratamiento. “Una buena imagen y un buen informe radiológico son la base del éxito tanto en la decisión quirúrgica como en la posterior fisioterapia y readaptación”, concluye.
Imagen médica y trabajo en equipo: claves del éxito terapéutico
Más allá del diagnóstico, el tratamiento eficaz de esta lesión exige una estrecha colaboración entre distintos profesionales de la salud. Traumatólogos, radiólogos, fisioterapeutas y entrenadores deben trabajar de forma coordinada para garantizar una recuperación funcional y segura del paciente.
En definitiva, la combinación de una exploración clínica rigurosa, una correcta interpretación de las imágenes diagnósticas y un enfoque terapéutico colaborativo constituye la base para un diagnóstico preciso y la elección del mejor plan de tratamiento.
El Instituto Biomédico QUAES (IBQUAES) ofrece formación especializada para técnicos superiores en Imagen para el Diagnóstico y Medicina Nuclear, capacitando en el uso de herramientas fundamentales como la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM), esenciales para la detección y evaluación de múltiples patologías, incluida la rotura del LCA.
Cristina López alumna del curso Semipresencial de Resonancia Magnética nos cuenta su experiencia en IBQUAES.
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